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martes, 15 de junio de 2010

[ Arkham Asylum Pcnte/4501 ]



Hilo Musical Antiguo: http://www.youtube.com/watch?v=iu6ZRBZPMxk

La ventana de aquella sala estaba empañada. Igual que el resto.
Cuando Viktoria Lecter abrió los ojos veía sus pies descalzos, el “uniforme” del lugar, azul celeste, no le gustaba nada verse así. Odiaba que le hubieran quitado su maquillaje pero más aún verse rodeada de lunáticos, o que la trataran como a uno más de ellos.

Viktoria era una mujer alta, con una complexión normal, ni mucho ni poco. De cabellos largos y negros, ojos oscuros y facciones alargadas, en ocasiones de expresión dura y severa. Sus finos dedos retiraron el vaho que empañaba el cristal para desplazar su mirada hacia el exterior, llovía a mares, le gustaban los días así. En ese salón había un murmullo constante, cuando no eran las lamentaciones de Jinks 6 dedos, era el teléfono de información que siempre cogía la señora Marvin.

-Buenos días, Viktoria.- El Doctor Scott,… una vez más.
-¿Por qué no me traen maquillaje? –
-Podría ser perjudicial para ti, podrías hacerte daño.-
-Aprendí bien a maquillarme, Colega.-

Viktoria seguía mirando hacia el exterior. Llovía. Se sentía alejada de todo aquello cuando hacía días así. Desconectada del mundo. ¿Cuándo había sido la última vez que había cogido un teléfono? O mirado el correo electrónico? Parecía tan lejano aquello. Ni siquiera una visita en tres años.

-Vamos al despacho, Viktoria?- El doctor ya había empezado a caminar.

Con resignación apartó la mirada de la ventana para observar la figura del doctor Stephen Scott, alto, de pelo canoso pero acaba de salir de la treintena. Se levantó y lo siguió de cerca por esos pasillos blancos y verdes austeros, viejos, con olor a hospital,… completamente desagradable en la posición que estaba ella. Ni siquiera cuando trabaja allí lo había soportado.

El despacho era otra cosa, más confortable, con olor a piel de los muebles, y a libros viejos en las estanterías y amontonados en un escritorio de madera maciza caoba. El tacto de la moqueta del suelo en sus pies le reconfortó agradablemente.

-Otra vez descalza?- Scott tomó asiento.
-En verano me gusta.- Ella se recostó en el diván.
-De qué quieres hablar hoy?-
-No quiero hablar, como ayer, y como antes de ayer.-

El doctor empezaba a anotar cosas en su bloc.

-Me dejarás leer un día todo lo que anotas, prometo no decírselo a nadie.- Ella sonrió.
-Sabes que no puedo hacer eso.- La miró detenidamente.
-Bueno,… las reglas están para saltárselas, si no… ¿Qué hago yo aquí?-

Esta vez, y de nuevo, volvió a dar ese golpe bajo que dejó sin palabras al doctor. Por qué no era la única que sabía que estaba encerrada allí, y no era por un estado de demencia.

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