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sábado, 16 de julio de 2011

COMPORTAMIENTOS IRRACIONALES


CAPÍTULO 1

Aún puedo oír el ir y venir de enfermeros y médicos. No había abierto los ojos cuando esos sonidos ya proyectaban una imagen en mi cabeza,… que si no fue idéntica a la que vi cuando los abrí, fue casi calcada.

Estaba en una camilla, tenía todo el cuerpo dolorido pero apenas me importaba. Supongo que en el fondo lo que contaba era que siguiera con vida,… claro que… tampoco recuerdo exactamente qué pasó o por qué acabé en el hospital.

-Cómo se encuentra? – La voz de la doctora me sacó de un ensimismamiento casi inconsciente. Los “bata blanca”, qué preguntas más curiosas hacen a veces.

-¿Qué me ha pasado? – Obviamente no pude evitar preguntarlo.
-Ha tenido un accidente con la moto, usted tuvo suerte, la moto ha quedado destrozada.- Sonreí, aún no tengo muy claro por qué.
-Es una lástima- Dije con seguridad sabiendo que quizá esa misma seguridad era porque no me importaba y a eso se debía esa fugaz sonrisa.

Notaba la cabeza embotada, seguramente que tendría todo el cuerpo magullado porque no sabría decir a ciencia cierta qué zonas eran las que más molestia me causaban.

Mi estancia en ese hospital fue algo parecido a un sueño, me dormía,… despertaba con el murmullo de los celadores que corrían o paseaban de un lado a otro, volvía a dormirme,… despertaba de nuevo cuando alguna enfermera o enfermero trasteaban el suero o la aguja clavada en mi brazo.

Cuando logré ponerme en pie y verme por fin en un espejo, mi cara se me antojó como un mapa, tenía un aspecto horrible, y ya no solo por el accidente. Necesitaba beber algo.
En el armario habían dejado las cosas con las que llegué, que ahora,… reposaban en una cama hecha junto a la hoja del alta médica. El casco que encontraron y trajo la policía de tráfico, y una mochila vieja. La miré unos segundos desde la otra cama, hecha también, antes de decidir que posiblemente me importara lo que había en el interior, así que me acerqué y la abrí.

Lo primero que saqué fue un móvil apagado, en el reverso tenía una pegatina con cuatro dígitos, el pin. El mensaje de bienvenida: “Hola Cat”. Hurgué en el menú, ni un solo número en la agenda, ni imágenes, ni tonos de móvil, solo el predeterminado. Dejé el móvil a un lado.

Lo segundo que saqué fue una carpeta fina, en su interior había unas cuantas fotos, fotos con caras que no conocía, que a lo mejor ni siquiera recordaba. Detrás de cada una de ellas unos códigos junto a unos nombres, ¿Calles? ¿Locales? ¿Alguna especie de clave secreta?

Lo tercero fue una cartera. La abrí y examiné el contenido.
D.N.I
Nombre y Apellidos: Viktoria Ilse Kvik
Fecha de nacimiento: 31/10/1985
Domicilio: C/Baberstock………

-¿Viktoria?- Pensamientos en voz alta. Reflejos de un interior confuso. ¿Era mi nombre? Entonces… ¿Por qué no lo recordaba?
Si, desde luego la de la foto era yo. Seguramente que si iba a “mi casa” podría intentar recordar algo más.



Ese,… domicilio estaba lo bastante lejos como para que a pesar de no recordar nada el viaje se me hiciera larguísimo. Utilicé el tren, transporte público. ¿Cuándo sería la última vez que hice uso de eso?

El edificio tenía una pinta horrible, además de estar en un barrio que daba asco, pero eso era lo de menos. Un día de tormenta fuerte y ese edificio daba la sensación de que se desintegraría en una brisa de aire. Palpé la chaqueta que llevaba puesta, 4 llaves. Efectivamente una de ellas abría la puerta principal del edificio. Olía a aire viciado, a decadencia. No pude decir lo mismo del ascensor que el aire comprimido allí rozaba lo nauseabundo. O quizá yo me había vuelto más intolerable.

Piso 4, puerta 6. Otra llave más que funcionaba.
Era muy extraña la sensación que sentía estando allí, con esas llaves, con esa información que ni siquiera la sentía mía.

Dentro solo había oscuridad, no olía a cerrado así que intuí, que no hacía mucho que había estado allí alguien que posiblemente me conociera, básicamente porque yo había estado en el hospital, no sé exactamente cuánto tiempo, puede que pusiera la fecha de ingreso en el papel del alta, pero tampoco me importaba mucho. Era un piso pequeño, no habían fotografías, ni cuadros, ni figuras,… “Viviré sola”, aunque si alguien se sintiera cercano o cercana a mi puede que me hubiera venido a ver al hospital. Así que…

Levanté la persiana del comedor y busqué con la mirada el teléfono, había mensajes, una lucecita roja parpadeaba. Me acerqué y le di al botón esperando junto a esa mesilla para oírlos.

“-Buenas tardes, Cat. Cómo siempre que llamo no estás. Así que volveré a hablar de nuevo con esta máquina del demonio… Anota, Vieja Estación andén 2, Tercera Columna.-“

Tuve que tomarme mi tiempo para registrar aquel piso, aunque pequeño se me hizo enorme, igual que cuando entras por primera vez a un lugar,… no me sonaba nada. Hasta que encontré un mini-bar.

Jack Daniel’s, la cantidad suficiente como para volver a perder la conciencia y esperar a que llegara un nuevo día en el que sí tendría cosas que hacer.

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