Dicen que el aleteo de las diminutas alas de un hada es aproximadamente lo que podríamos tardar en sonreír. Y que de la primera, se cuenta… que estalló la primera sonrisa.
Aun recuerdo cuando correteaba entre aquellos enormes árboles que al principio estaban completamente bañados en luz de sol, dorada, se erigían entre espesas paredes verdes como columnas doradas que sujetaban aquel palacio al que siempre llamaban “Bosque”.
Palacio de reyes y reinas extraños, retorcidos y misteriosos.
Recuerdo las tardes que estirada sobre la hierba me pasaba horas y horas observando el vaivén de las barcas de hormigas y ninfas. Las casas de las ardillas y los duendes.
Y de cómo ese movimiento creaba o mejor dicho, dejaba que creara un mundo enormemente mío, igual de retorcido y extraño que los seres que en el quise que vivieran.
-Y como se llamaba ese mundo que creaste?-
-Es que todo debe tener un nombre para poder mencionarlo?-
-Bueno, como sé que te referirás a él a lo largo de toda nuestra conversación?-
-Simplemente lo sabrás. –
… Recuerdos… suelen ser eternos, pero igualmente acabamos creando una ensoñación eterna para que siempre se quede ahí, para retenerlo. Aún recuerdo…
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